¿Qué hacemos en el colegio?

¿Qué impacto tienen nuestros proyectos de voluntariado corporativo en los centros de enseñanza? Se acaba el curso y nos ponemos notas. No de las que califican, sino de las que fijan ideas para hacernos mejorar. Nos ayuda en el balance Mariano Martín, director de uno de los centros de Secundaria donde Fundación United Way España lleva más tiempo trabajando.

Siempre escribimos EDUCACIÓN en mayúsculas para dejar clara nuestra apuesta, porque sabemos que el abandono escolar es un problema de tal envergadura en España que puede sentar las bases de un futuro desolador. Por otro lado, la Encuesta sobre Tendencias Universitarias 2022, realizada por la Universidad Francisco de Vitoria, revela que el 75% de aspirantes a la EBAU asegura no haber recibido información suficiente para elegir sus estudios después del instituto.

Uno de nuestros métodos para paliar estos dos problemas es llevar voluntariado corporativo a las aulas para que generen una imagen factible del porvenir laboral en quien duda si seguir estudiando.

Mariano Martín, director de uno de los institutos en los que trabajamos desde 2018, tiene una opinión muy concreta sobre el papel del sector productivo en los centros de enseñanza: “Las empresas tienen su cometido pero no deben determinar el funcionamiento del sistema educativo, hay que proteger la educación. Nosotros formamos personas, no solo personas productivas”. Sin embargo, en su instituto llevan años recibiendo personal de empresas que imparten talleres de motivación laboral alrededor de profesiones con futuro. Sobre esto tampoco tiene dudas: “Las empresas están formadas por personas que quieren hacer más cosas. Si las instituciones podemos recoger esa voluntad, se enriquece lo que hacemos, eso es bueno para todo el mundo. Es un toma y daca”.

En potenciar ese intercambio consiste la labor de United Way. Identificamos un propósito, diseñamos un proyecto a medida, lo proponemos a una empresa y esta aporta recursos financieros y humanos para que una entidad social especializada lleve a cabo las actividades. En el caso que nos ocupa son talleres con empresas tecnológicas que combaten el abandono escolar bajo el título Tech4Change dentro del programa paraguas Youth Challenge.

Según Mariano, el éxito del programa se apoya en varias claves: primero, una buena integración de las actividades en el horario lectivo, para asegurar que encajan en la labor docente; después, una formación a conciencia del voluntariado para que sepan transmitir bien su conocimiento. Y tercero, un campo de actuación fuera del rendimiento académico (es decir, sin calificaciones), de manera que los talleres adquieren cierto carácter lúdico.

Pero no por eso menos efectivo: “El impacto en los chavales es alto por el factor novedoso, porque trabajan con un adulto que no es su profesor, no es una madre o un padre, que son referentes de negación. Es alguien con quien pueden tener otra actitud”. Mariano también valora la planificación: “Con United Way hay un punto muy destacable, y es que no es aterrizar una cosita y me voy, realmente hay un recorrido en las actividades, hay una relación viva que crece y la vamos enriqueciendo. En ese sentido la metodología es un gran valor, United Way controla muy bien el ecosistema del voluntariado, la empresa y la colaboración. Y como llevamos varios años repitiendo, conocen muy bien cómo funcionamos, saben los líos que tenemos en el centro, saben que hay cosas que no salen fáciles, saben cómo ajustar. Es una colaboración verdaderamente cómoda”.

Pero lo que más destaca Mariano es el efecto cualitativo, el cambio de ideas del alumnado sobre sí mismo en el que se basa la espora de cambio real: “Estos talleres son muy útiles para el alumnado que tiene mayores dificultades en su estar académico, porque por una vez consiguen lucir, brillar, tener éxito. Les da una oportunidad para librarse de las etiquetas de buen o mal estudiante, influyen directamente en su autoestima”. Algo que oímos decir una y otra vez a docentes, estudiantes y voluntariado en este y otros proyectos que coordinamos.

Le preguntamos a Mariano si hay alguna razón especial por la que su centro acoge actividades como las nuestras. De nuevo, su respuesta es nítida: “No creo que seamos un instituto puntero, simplemente intentamos ser ágiles, aprovechar las oportunidades. Al principio eran muy pocos alumnos y era raro tener agentes que no son del centro en tu aula, pero el profesorado se ha ido sintiendo cómodo y el programa ha ido creciendo. Tratamos de ponerlo fácil, de no tener miedo a complicarnos la vida, aunque suponga algo más de curro”. Cierto es que su instituto está muy atento a las STEAM (acrónimo que señala las disciplinas más competitivas del futuro, incluida la A de Arte), que tiene una amplia oferta de idiomas, que apuesta por una educación holística en la que cabe incluso la gestión de un huerto. Sobre la promoción de la tecnología, por cierto, Mariano insiste en un matiz importante: “Somos conscientes de su enorme peso social y precisamente por eso insistimos mucho en promover su uso consciente y moderado”.

Hasta el momento, por tanto, parece que lo que hacemos en los colegios está muy bien encaminado. ¿Merece la pena, entonces, involucrar a más compañías?: “Imagino que a algunas empresas les puede parecer muy complicado, hay que animarlas a dar un salto sencillo, vencer la inercia. El poco, al cabo de los años, es mucho. Nuestra experiencia es que funciona mejor cuando las empresas se dejan guiar. Yo diría que, en general, lo más importante es empezar con sencillez, con humildad. También es muy interesante para el personal docente porque entras en contacto directo con las circunstancias actuales del mundo laboral”.

Dice la página web del instituto que dirige Mariano: “Nuestro trabajo es un trabajo apasionante. Trabajamos con personas, les ayudamos a descubrir sus potencialidades y a sacar partido de ellas, a conocer y superar sus límites, a observar todo un mundo que les rodea. Educar no solo es transmitir conocimientos, es mucho más”. No podemos estar más de acuerdo en este enfoque; es el mismo con el que involucramos a las empresas para que puedan abandonar la etiqueta de máquinas de ambición con la que todavía andan a cuestas. Para que participen de la mejor manera posible —y junto a quien más lo necesita— en la tarea de tender los puentes que nos unen al futuro que debemos construir.

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