¿Peluquera? Muy Bien.
¿Ingeniera? Pues también

Desde los años 80, el número de mujeres en las carreras STEM ha descendido en España un 24%. ¿Por qué? Reflexionamos sobre esta versión de la brecha de género que United Way España combate en colaboración con grandes empresas tecnológicas.

Estudiar es un camino lleno de preguntas y respuestas. Hay una a la que todo el mundo se enfrenta en algún momento de la infancia: ¿Qué quieres ser de mayor? La respuesta siempre provoca un juego de cejas levantadas, ojos esquivos y un cierto canturreo que proporciona algo de margen hasta dar con una enumeración concreta de profesiones que se han visto en casa, en la tele, en los juguetes… y en el colegio.

En el ámbito de la enseñanza secundaria, según cuentan sus profesionales, es frecuente la verbalización clara de la duda: ¿Que en qué quiero trabajar? Ni idea. Pero hay casos en los que la duda lleva implícita, además, una inquietante negación, como cuando se les presenta a las adolescentes el abanico de oportunidades profesionales del futuro y ellas responden con contundencia: Yo en eso de la tecnología no sé si me veo.

En pleno siglo XXI hay muchas mujeres jóvenes que siguen teniendo una visión de su futuro profesional poco asociado a determinar el funcionamiento de las cosas. Quizá por eso está decreciendo el número de alumnas en las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y, sin embargo, los oficios del cuidado tales como peluquería, belleza o enfermería siguen siendo una elección recurrente entre las adolescentes, especialmente en comunidades vulnerables. Nada que objetar contra esos oficios pero, aquí va otro interrogante: ¿Debería preocuparnos que la presencia femenina en carreras técnicas y tecnológicas esté retrocediendo?

Esperanza Martín, una de las profesionales de la intervención social en quien United Way España confía sus programas de educación, nos da unas cuantas claves. Para empezar, un hecho objetivo: renunciar a la tecnología es renunciar a un porcentaje ingente de oportunidades de empleo. Vivimos en un mundo literalmente atravesado por la tecnología y cada vez se hace más evidente el mantra de que la mitad de las profesiones del futuro todavía no se han inventado. “La tecnología está en todo y las nuevas generaciones deben, como poco, aprender a manejarla”, afirma Esperanza.

En los talleres que realiza para United Way, como el reciente MujeresTech en un instituto de Madrid, emplean una fórmula para evitar la vía muerta del “yo eso no lo voy a hacer bien”. Basta cambiar la pregunta y con ello aligerar la posición de quien tiene que responderla: ¿Qué te gustaría mejorar?

Comienza ahí el cambio de mirada sobre la propia capacidad de maniobra, empezando por el centro educativo; a veces es una máquina de bebidas para el pasillo del instituto, otras un medidor de CO2 para asegurar un aire respirable en el aula, otras incurren en temas menos prosaicos como el arte tecnológico o la música electrónica. La cuestión es identificar una necesidad asociada a su día a día y recorrer los pasos que la tecnología les ofrece para construir una solución. Testeando, “cacharreando”. En ese recorrido, por cierto, participan activamente el profesorado del centro y una serie de personas voluntarias de grandes empresas como NTT Data y Lenovo, que completan el punto de vista, ofrecen datos precisos y, sobre todo, muestran un horizonte muy claro de dónde puede llevarles profesionalmente todo ese ejercicio.

Con todo ese hilo van tejiendo el debate, la reflexión y el aprendizaje hasta elaborar un sencillo prototipo. Y es justo en ese punto cuando se les hace la pregunta más importante: ¿Quién quiere exponer su proyecto? Los talleres que coordina United Way España incluyen una puesta en escena —a menudo en las oficinas de las empresas que aportan su voluntariado corporativo— crucial para afianzar esa nueva visión de las participantes sobre sí mismas. Esperanza insiste en que esa falta de seguridad en la presentación pública es algo que se trabaja con todo el alumnado, “no se descuida a nadie por su género”; pero el hecho cierto es que las alumnas suelen tener mayores dificultades y, lo más sorprendente, siguen exponiendo de manera muy diferente cuando no están presentes sus compañeros varones.

Por suerte también sorprende la respuesta cuando se les pregunta qué han sacado del taller: Saber que sí que puedo. En principio, se refieren a afrontar un trabajo tecnológico, pero la frase dispara la imaginación en otros muchos ámbitos del poder cotidiano. Y esa es exactamente la razón de nuestro trabajo. Como si de un preciso mecanismo se tratara, comprobamos una y otra vez el impacto real y efectivo de estos juegos tecnológicos en los que United Way involucra a empresas, docentes y entidades sociales para generar una chispa en las mentes de quienes empiezan su carrera en la vida.

Nos encantaría tener una respuesta clara frente al interrogante del descenso de mujeres en las carreras STEM. Hay discursos que aconsejan relacionar la tecnología con el bien común y la sostenibilidad para atraer más a las mujeres. Hay quien señala la falta de referentes de científicas o ingenieras como base del problema. También se identifica la brecha digital como un factor determinante, porque quien no tiene acceso a ordenadores, un móvil o ni siquiera conexión a internet participa en la sociedad en situación de desventaja (algo frecuente entre las mujeres de comunidades vulnerables). 

En cualquier caso, la idea no es incentivar el uso de la tecnología porque sí, sino más bien de todo lo contrario: promover una conciencia crítica respecto a lo técnico y lo tecnológico, para lo cual son imprescindibles el conocimiento y la participación activa sin barreras.

Aunque no lo veamos a simple vista, cosas como el BIG DATA y la inteligencia artificial afectan y afectarán al cien por cien de los órdenes de la vida (incluidas las peluquerías, centros de belleza y hospitales). Por eso debemos preparar a las nuevas generaciones, sean como sean, para que participen en el diseño del mundo del futuro, determinando un funcionamiento de las cosas que no reste oportunidades a nadie.

La mirada feminista —cada vez más transversal y desligada del género en sí— es fundamental para definir bien las preguntas y respuestas con las que se construye la sociedad. ¿Por qué iba a ser menos importante en el ámbito tecnológico?

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