El increíble poder de los actos cotidianos

El consumo responsable añade al carro del supermercado obligaciones cada vez más acuciantes como la lucha contra el cambio climático y otras formas de compromiso social. En United Way España creemos que ese peso, sin embargo, es indicio de uno de los poderes más efectivos de la ciudadanía. Por eso lanzamos el proyecto Habitando Cosechas, con el que queremos contribuir a una lista de la compra en sintonía con los Derechos Humanos.

Pan ecológico, huevos de gallina feliz, lechuga sin pesticidas… El solo hecho de comprar parece un campo minado de atentados al bien común, como si controlar las calorías y la carga química de lo que consumimos no fuese preocupación suficiente. A la reducción del impacto medioambiental se suma, cada vez con más fuerza, la vigilancia de la justicia social. “Lo que nos faltaba”, se oye decir, “pensar en quién produce los alimentos y en qué condiciones”. Pero, calma, no pedimos una revolución radical, solo un momento de atención.

Porque nos parece más grave permanecer impasibles ante la certeza de que dentro de nuestras fronteras se vulneran los derechos laborales de quien cultiva la fruta que echamos al carro. Nuestra propuesta se llama Habitando Cosechas y pone el foco en el cultivo de fresa en Huelva, donde la fuerza humana que hace crecer las mayores extensiones del fruto rojo del mundo lo hace en condiciones de alarmante precariedad. Algo que muchas entidades sociales vienen señalando hace tiempo.

United Way entró en contacto con esta realidad de la mano de la arquitecta Alba Balmaseda, profesora de la Universidad de Stuttgart y principal ideóloga de Habitando Cosechas. Alba conoce de cerca la situación de los campos de cultivo de Lepe y la denuncia incansable que hacen las asociaciones de inmigrantes de la zona. Jornadas abusivas, días no cotizados en la nómina sin motivo aparente, incumplimiento de la legislación laboral y una forma de alojamiento que, por diferentes razones, deriva en asentamientos sin buen suministro eléctrico, sin agua potable, alejados de los núcleos urbanos sin opciones de transporte, completamente desabastecidos de servicios. ¿Las consecuencias? Enfermedades, incendios, inseguridad y un nivel de alienación social tan alto como el muro invisible que levanta la población de Lepe ante un senagalés, una centroamericana, un rumano o una marroquí cuando se acercan a la tienda del pueblo o intentan alquilar un apartamento como cualquiera, “porque son los de las chabolas”.

En marzo de 2022, United Way presentó Habitando Cosechas en el I Foro de Liderazgo contra la Esclavitud Moderna organizado por la Fundación Española por los Derechos Humanos. Allí se pudo escuchar el testimonio de dos de esos chabolistas — Seydou Diop y Haya Fosfana, dos trabajadores de Lepe—, que dijeron cosas como “yo en Senegal jamás había pasado hambre, ni había dormido en la calle como aquí” o “para ganarme la vida en España no encontré más opción que trabajar en el campo y vivir en los asentamientos”. Ambos coincidían en su perplejidad: ¿cómo es posible que tantas personas caigan en la exclusión extrema al llegar al supuesto paraíso europeo de la prosperidad? También señalaron lo que consideran otra evidencia: “nosotros somos esenciales; la gente de España no sabe que vivimos así, siendo esenciales”. Se refieren al impacto que sus días laborables, largos y difíciles, tienen en nuestros nutridos estómagos (y en el conjunto de la economía).

Y se quejan con conocimiento de causa porque son artífices de su propio movimiento asociativo; es decir, denuncian los problemas y proponen soluciones. En el caso de Seydou y Haya, desde ASNUCI, una de las asociaciones más activas en torno a los campos de fresa de Huelva con la que United Way está trabajando para potenciar su fuerza de cambio.

La primera misión de Habitando Cosechas, según la formula Alba Balmaseda, es “entender la informalidad desde perspectivas diferentes”. En los asentamientos no todo es desechable, hay un sorprendente muestrario de soluciones de habitabilidad (sistemas ancestrales de calefacción, hornos de pan, ideas sorprendentes para aislamiento) de las que se pueden extraer aprendizajes al paso de su mejora. La idea, por tanto, no es eliminar los asentamientos, sino llevarlos a condiciones dignas partiendo de la realidad y el conocimiento de quien los habita. “La informalidad se ve como algo negativo pero esconde muchos valores, la audacia de la supervivencia, la fuerza de los actos cotidianos en la búsqueda del bienestar”, comenta Alba, que además de haber hecho un pormenorizado diagnóstico en Lepe, lleva tiempo involucrando al alumnado de varias universidades (Stuttgart, Nairobi, Politécnica de Madrid) en una serie de talleres donde se aprende sobre materiales, eficiencia energética y estructuras desde las antípodas de la academia, ”transparentando lo inteligentes y sostenibles que somos cuando no tenemos recursos”.

Ese cambio de mirada, además de impregnar la conciencia del alumnado y personal docente que ha congregado Alba, está llegando también al propio movimiento asociativo de la fresa y, por acción de United Way, a las autoridades locales. El Ayuntamiento de Lepe y el Defensor del Pueblo de Andalucía ya conocen el proyecto para pasar a la acción en la siguiente fase, la que pretende llevar las conclusiones del trabajo de campo a la mejora real de las condiciones de vida de la comunidad. De toda la comunidad.

¿Cómo? Transformando el entorno físico de los asentamientos de manera paulatina, mejorándolos sin hacer tabula rasa, involucrando a quien habita esas casas espontáneas y a su vecindario: “Queremos generar nuevas relaciones entre la fuerza laboral del campo y la comunidad de acogida. No podemos arreglar todos los problemas, pero interviniendo en algo tan concreto como la habitabilidad podemos iniciar grandes cambios en todo lo demás”. Palabra de arquitecta. Nuevas casas a medida de quien ya conoce esos lugares, levantadas a base de respeto y consenso. ¿Muy utópico? Cosas más difíciles se han hecho, paso a paso, día a día.

Eso sí, para que la novedad sea posible hace falta otra pieza fundamental: las empresas. United Way habita un terreno a veces desconocido entre la acción social y la actividad económica donde, sin embargo, cada movimiento de tuerca cuenta. Habitando Cosechas necesita a las empresas; las que producen, las que distribuyen, las que publicitan, las que colocan en los expositores. Entre las manos de Haya o Sedou y la decisión de compra hay una cadena de voluntades de imprescindible valía que necesitamos sumar a la causa, como ya ha hecho Arcadis, consultora internacional de desarrollo sostenible que contribuye con voluntariado corporativo.

La acción de cosechar es, en sí, un proyecto, una forma de estrategia. Queremos usar esa metáfora para que el nexo entre lo que se produce y lo que se compra esté libre de cargas; incluidos los aspectos ecológicos, porque los campos de Huelva también necesitan un cambio que evite la sobreexplotación del suelo. La trazabilidad es una buena noticia, aunque pese sobre nuestros hombros en la calidez del supermercado (y dejamos fuera de este repaso otras áreas del consumo como la ropa, celebrando la reciente noticia de que Inditex va a empezar a usar tejidos reciclados en su producción).

Ante la exigencia de compromiso en el consumo siempre surgen preguntas lógicas: “¿No deberían ocuparse las autoridades? ¿Qué hago yo con esta información?”. Para empezar: difundir. Para continuar: elegir bien lo que se compra. Ambas cosas son formas muy concretas de acción. No lo olvidemos: al final de la cadena, el poder es nuestro.

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