Un día, decidí empezar a analizar las reacciones de la gente cuando les digo que trabajo como educadora con adolescentes. A decir verdad, me he encontrado con multitud de reacciones diferentes, pero la mayoría van en la línea de comentarios como “Uf, que edad más complicada, tiene que ser difícil trabajar con ellas/os, ¿no?”, “Yo no sería capaz, ¡tienes que tener mucha paciencia con ellas/os!” “¿Crees que trabajar con ellas/os sirve de algo?”, “Las/os jóvenes de hoy en día son un caso perdido”, etc.
Escuchar este tipo de comentarios me entristecen y me hacen pensar que, según nos vamos alejando de esta etapa de nuestra vida, nos vamos olvidando de lo que significa ser adolescente, como si nos olvidásemos de que la hemos vivido.
En primer lugar, es una etapa en la que dejamos de ser niñas/os pero tampoco somos adultas/os aún. Es un limbo, una fase de transición entre estas dos etapas. Por lo tanto, es una fase de cambios (partiendo de los hormonales, que necesitaría otro artículo para hablar de ellos) que nos ayudan a empezar a construir nuestra propia identidad.
Por esto, en muchas ocasiones vemos en ellas/os cambios “drásticos”: por ejemplo, un día un/a adolescente expresa que solo siente atracción por personas de diferente sexo y al día siguiente expresa que siente atracción tanto por personas de diferente sexo como del mismo. O un día dice que lo que más le llama la atención la historia y al día siguiente dice que su pasión es el baile.
El ver en ellas/os esos constantes cambios nos hacen pensar muchas veces que están perdidas/os, que no saben lo que quieren. Y efectivamente no lo saben, porque están en una etapa en la cual están empezando a pensar que es lo que quieren. Y para ello, hay que investigar, hay que indagar por diferentes caminos, hay que conocer las diferentes posibilidades que nos podemos encontrar en nuestro viaje. Estos cambios no son negativos, sino que son parte del proceso.
Y en esta parte de la adolescencia, tiene sentido mi trabajo. Me encanta acompañar a las/os chicas/os en este proceso y poner en sus manos todas las herramientas que conozco para que puedan llevar a cabo un desarrollo del autoconocimiento: descubrir que les motiva, que habilidades poseen, que aspectos pueden mejorar como personas, con qué valores se sienten más identificadas/os… En definitiva, a descubrirse como personas.
Y me gusta aún más hacerles partícipes de su propio entorno ayudándoles a desarrollar proyectos que nazcan de sus necesidades e intereses. Hemos acostumbrado a las/os adolescentes a recibir sin enseñarles de donde vienen las cosas y sin ofrecerles si quiera la oportunidad de hacerlo por sus propias manos. Está demostrado (esto en cualquier etapa evolutiva) que cualquier cosa que esté hecha por nosotras/os mismas/os siempre va a darnos un plus de satisfacción por el simple hecho de haberlo elaborado nosotras/os. La sensación de tener la capacidad de realizar algo, por mínimo que sea, nos produce bienestar. Entonces, ¿por qué no darles la oportunidad de desarrollar proyectos que surjan de sus intereses y necesidades? Un proyecto de clases de baile en los recreos, de torneos deportivos, de viajes de fin de curso… Proyectos que les hagan ver que no sólo son sujetos que reciben cosas, sino que también tienen la capacidad de dar y de ofrecer sus habilidades y conocimientos a otras/os.
Me encanta ver cómo las/os adolescentes responden a las propuestas educativas que trabajo con ellas/os: AGRADECEN. Agradecen mucho ver que se deposita confianza en ellas/os; que no se les culpabiliza por cometer un error, sino que se les ayuda a aprender de él; que se tienen en cuenta sus emociones y les ayudan a identificarlas; que se les da la oportunidad de ser y descubrirse sin juzgarles.
Por todo ello, cada vez que alguien me hace algún tipo de comentario como los que he dicho al principio, me gustaría que ese alguien tuviese la oportunidad de volver a ver con los ojos de su adolescencia, pero siendo quien es ahora. Y después, volver a tener esa misma conversación para ver si su opinión cambiaría.
Y creo (o quiero creer) que lo haría.
Elena
Educadora en libertad